La comunión que no hacemos en nuestra vivienda

Detalles de comunion Nuptalia

A las crónicas de casi todas las parroquias se hace mención, estas semanas, de la gran fiesta en qué estola y corruas de niños y niñas hacen la Primera Comunión. Cómo todos los estereotipos, este ceremonial, de vez en cuando, necesita una revisión seria para evitar de caer en el pozo de la banalidad.

El primer obstáculo con que topamos es el mismo nombre de la fiesta, que ha tenido tanto de éxito que nadie osa cuestionarlo todo y su ambigüedad y la confusión que genera, puesto que cualquier unión no es el resultado de juntar piedrecitas más o menos finas, sino un proceso que empieza tímidamente y que va tomando color a medida que se dedica de corazón.
Cuando decimos primera, parece que antes no la hayamos hecho nunca y que sea una práctica que dura un rato muy corto y se realiza exclusivamente en la iglesia. Después, quizás haremos la segunda, la tercera… o quizás no haremos ningún más o quizás la repetiremos una o dos veces al año. Esta manera de entenderla y de hacerla no tiene nada que ver con el significado y el valor cristiano de la comunión.

La comunión no es una acción limitada en un tiempo ni una ceremonia ni una fiesta ni sólo los detalles de comunión. Es, sobre todo, un estilo de vida, que, gracias a la constancia y a la diligencia de cada día, nos va uniendo y transformando en miembros de un solo cuerpo, que sólo viven y se dedican a conseguir el bien de todo el cuerpo y no el bien o el éxito individual.

Detalles de comunion originales NuptaliaAsí pues, todo el mundo está invitado a hacer la comunión desde el momento en que empieza a descubrir que no somos islas en medio del océano, sino células muy valiosas e imprescindibles de este organismo que tenemos que empujar hacia la plenitud y la felicidad compartidas.

Los que hemos hecho confianza en el testigo de Jesús tenemos en él un modelo claro y preciso de este estilo de vida, de esta comunión vivida sin regateos ni trampas interesadas. La catequesis, la plegaria y la celebración litúrgica son momentos fuertes en que avanzamos en la comprensión, nos ayudamos a mantener los ánimos y enderezamos los errores para hacer más intensa y sincera la comunión. Si no cumplen este objetivo, las ceremonias y los sacramentos religiosos pueden hacer mucho ruido; serán máscaras más o menos bien maquilladas, detrás de las cuales no crecerá la comunión.

Hacer la comunión, pues, no quiere decir tomar el pan sagrado a la Misa, sino adherirse al estilo de vida que propone Jesús y manifestar esta adhesión dedicándose de verdad a compartirlo todo, hasta conseguir el que dice santo Pau: “Cuando algún miembro sufre, todos los otros miembros sufren”; o aquello de los Hechos del Apóstoles: “Tenían un solo corazón y una sola alma y, entre ellos, no había nadie que estuviera en apuros”.

Cuando pregunto a las familias que se preparan para la celebración si se puede hacer la comunión en casa, por la calle, al trabajo, en la escuela o yendo de excursión, me suelen responder que no. Entonces tengo ocasión de insistir en la respuesta afirmativa: sí que se puede hacer, porque, habiendo estrechado la comunión con Jesús a la Eucaristía, completamos el ciclo de comunión estrechándola con los hermanos.

Hay que preguntarnos a menudo qué tipo de comunión hagamos o si sólo experimentamos una caricatura; si vamos tirando crecer y madurar el ciclo completo de la comunión.